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miércoles, 6 de enero de 2010

CARICIAS EROTICAS




Las caricias no deberían ser una excepción en la vida erótica de las parejas. No deberían ser algo que se hace en momentos especiales, como un extra, o solamente como una preparación al contacto genital. Más bien deberían ser una costumbre, un ritual, algo que formara parte de la convivencia, del clima entre dos personas.
En los tiempos actuales, con sus exageradas preocupaciones acerca de tamaños de penes y pechos y dureza de erecciones, se suele olvidar con facilidad que la sensualidad y la capacidad de dar placer a otro ser humano no dependen de las proporciones de ninguna parte del cuerpo. Por el contrario, la dedicación, la ternura, la ausencia de prisa y concebir cada parte del cuerpo como fuente potencial de placer, son la esencia de la sensualidad y de la capacidad de disfrutar y hacer disfrutar. Vamos a dedicar hoy unas líneas a describir unas sencillas caricias para una parte del cuerpo frecuentemente olvidada: el rostro.
El rostro suele ser una zona relativamente descuidada desde el punto de vista táctil en una relación erótica. La cara suele ser más objeto de miradas que de caricias, llevándose casi todo el protagonismo táctil los labios y la boca, mediante el beso y sus derivados. Pero otras zonas presentan una gran sensibilidad por descubrir… y disfrutar. Para muchas personas, las caricias en la cara son altamente eróticas, ya que muchas de sus zonas (por ejemplo, las mejillas) conectan sensitivamente con todo el cuerpo.
Por ser la cara una zona especialmente delicada y con una superficie pequeña y discontinua (se encuentran ojos, boca, nariz), los movimientos han de ser lentos y delicados y sin excesiva presión. Se recomienda comenzar colocando ambas manos (las palmas) sobre la cara, dejándolas un minuto o dos. Las manos de la persona que masajea deben tener una temperatura agradable. La persona que recibe el contacto se permite, con los ojos cerrados, familiarizarse con las manos del compañero o compañera y notar su calor. Se aconseja no dejar la cara de la persona masajeada sin contacto durante la caricia.
Se comienza a masajear por la parte de la barbilla, colocándose en ella ambas manos y desplazándose con delicadeza y ternura hacia las mejillas. Se acaricia durante un rato esta zona, desde la barbilla hacia la parte superior de la cara, llegando hasta las mejillas. Una vez en las mejillas se puede permanecer acariciándolas muy suavemente durante un rato.
Desde las mejillas, se pasa a las orejas, acariciando su borde lentamente y con suavidad. Suele resultar también muy agradable acariciar la parte posterior de la oreja con las manos, abarcando el pabellón completamente con la palma de la mano en forma de barca y balanceando cada una de las palmas.
Sin saltar bruscamente, es decir, despidiéndose de las orejas y pasando por la mejilla, pasamos a la nariz. Por ser una superficie pequeña, la nariz suele masajearse más bien con los dedos. Pasando de abajo hacia arriba (y luego al contrario) un dedo sobre el puente de la nariz, para luego, una vez se ha permanecido un rato con esta estimulación, pasar a los laterales de la nariz.
Una vez acariciada la nariz y alrededores, se pasa con las manos a los ojos. Precisamente por su delicadeza, la caricia en los párpados y ojos (evidentemente cerrados) ha de ser muy suave y cuidadosa. Se recorren con un dedo párpados, pestañas, cejas, sienes, etcétera. La parte de las sienes, se puede masajear con caricias suaves y repetitivas aplicadas desde el contorno del ojo hacia la oreja. También resulta muy agradable el masaje sobre las sienes en forma de círculo, o haciendo con las yemas de los dedos el símbolo del infinito.
Más tarde, se pasa a la frente. En la frente, pueden aplicarse (por su mayor superficie) caricias y movimientos que impliquen toda la palma de la mano. Un movimiento muy agradable y relajante consiste en pasar una de las palmas desde las cejas hacia el nacimiento del cabello, dejando paso a la otra palma. La sensación que ha de percibir la persona masajeada es la de una continua, suave y lineal estimulación en toda su frente. El movimiento también puede consistir en colocar ambas palmas de manera que cubran la totalidad de la frente. Cada una de las palmas cubre la mitad de la frente, y suavemente, se dirigen las palmas hacia la parte posterior de la cabeza, de manera que la parte central de la frente vaya quedando al descubierto, aunque nunca se quede totalmente sin contacto, ya que se vuelvan a colocar de nuevo las manos en su posición original para repetir el movimiento (recuerda, primero la una y luego la otra, para que la cara no se quede desprotegida bruscamente).
Una vez realizado este recorrido, y cubierta la cara de abajo hacia arriba de caricias, se puede concluir o iniciar otro camino a la inversa; desde la frente hacia la barbilla. El recorrido propuesto en realidad se diferencia poco de las caricias habituales, excepto en que sigue una pauta preestablecida y fija (no tanto en el grado de placer que proporciona). Por eso, a parte de estas técnicas y sugerencias, cada amante puede improvisar e inventar otras caricias.
*María Victoria Ramírez es psicóloga y sexóloga.

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Ricardo.